Los antiguos griegos expresaban su aprobación a las obras de teatro vitoreando y aplaudiendo. Los romanos chasqueaban los dedos, aplaudían y hacían ondear la punta de las togas, o bien, sacudían tiras especiales que se distribuían entre el público para tal propósito.
En el s. XVII, chiflar, pisotear y aplaudir era lo correcto para mostrar aprobación a un espectáculo.
Tales prácticas se observaron también en las iglesias durante un tiempo, pero cuando el clero prohibió estas manifestaciones, toser, tararear o soplar por la nariz pasaron a ser la forma en que se aprobaba un sermón brillante o un coro bien entonado.
Los psicólogos afirman que cualquier forma de aplauso satisface la necesidad humana de expresar una opinión.
Palmear una mano contra otra para expresar aprobación posiblemente se derive de palmear la espalda de alguien cuando lo felicitamos.
Aplaudir también es una forma de expresar la emoción reprimida o el deleite.
Los chimpances y los niños lo hacen espontáneamente.
A mis compañeros de viaje:
Ok... admito que estas líneas son plagiadas, y... quizás también estén un tanto descontextualizadas. Pero no son postumas, ni síntoma o indicios.
Solo insisto en comprender por qué me emociona tanto el eco de aquel aplauso.
abz
paolo
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1 comment:
opi, santi, que buena idea, si hacemos comentarios vamos a parecer populares!!!
genial
p
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